Corazón y esqueleto de un monumento - Grupo Milenio

2022-05-29 00:07:42 By : Mr. MingKang Jiang

Es un viaje a las tripas y el corazón, al esqueleto y a lo más alto del Monumento a la Revolución. Primero bajas por estrechos vericuetos. Pasillos entre armazones metálicos. Es un espacio conocido como La cimentación, “el punto que sostiene toda la estructura” —Héctor García, el guía—, “el punto que alcanzamos a ver de la Plaza de la República”.

Todo comenzó hace 122 años.

Para celebrar el centenario de la Independencia, en 1910, el entonces presidente de la República, Porfirio Díaz, había ordenado algunas obras, entre las que destacaba lo que iba a ser el Palacio Legislativo, proyectado como uno de los más grandes y lujosos del mundo, pero la construcción fue suspendida doce años después, pues surgió el movimiento armado.

Y solo quedó la estructura metálica.

Dos décadas más tarde comenzó a tomar forma lo que sería el Monumento a la Revolución, agrega Héctor García, subgerente de Operaciones del monumento, aunque aclara que fue a partir de 1900 cuando empezaron a colocar las primeras vigas con grandes remaches.

La estructura metálica fue traída de Nueva York en un barco que ancló en el puerto de Veracruz y de ahí en ferrocarril a la capital del país; llegó a la Estación Buenavista, no muy lejos de donde se alzaría el monumento, ubicado en línea recta a partir de lo que décadas más tarde se convertiría en un centro comercial y estación de tren suburbano.

Y a través de grúas fue posible ensamblar el soporte en la cimentación que sostiene la estructura. O sea, el esqueleto del Monumento a la Revolución, comenta García, mientras observa fotografías que reflejan lo que describe.

“Porfirio Díaz tenía una idea muy ambiciosas de crear la Cámara de Diputados y el Senado; pretendía que hubiera una sala de lecturas, jardines, una estación de bomberos, un pasillo principal para que pudieran pasar los carros en caso de que estuviera lloviendo, para que la gente no tuviera que mojarse en ese punto. Iba a ser un Palacio Legislativo Federal”.

—Queda frustrado en 1910, pues el dinero que se estaba destinando a la construcción empezó a desviarse al movimiento armado.

Pero también hubo pausas. La primera, de acuerdo a Héctor García, fue la suspensión a causa del movimiento armado; en 1930, un arquitecto mexicano retoma el proyecto de las estructuras para convertirlas en un mausoleo —en 1970 son trasladados los restos del general Lázaro Cárdenas— con un mirador y dos elevadores: uno de estos, con una trayectoria recta, en uno de los pilares del monumento; el otro, con trayecto curvo, que nada más lo tenía el aeropuerto de París.

De ahí se da un salto hasta el año 2010, pues con los festejos de los 100 años de la Revolución mexicana y 200 de la Independencia, se reabre como un espacio turístico, “para que el visitante pueda conocer parte de la historia y también disfrute del mirador”, comenta García.

En la base de los pilares, conocida como “manchones”, también están los restos de Plutarco Elías Calles, Venustiano Carranza, Pancho Villa y Francisco I. Madero. Pero no hay acceso.

En la base del monumento hay una exposición denominada Bajo la mira, La Revolución de la no violencia, donde hay mil de “rifles” e igual número de “balas”. Se trata de una instalación alusiva al movimiento armado. Tienen formas de armas largas elaboradas con un material transparente. No puedan ser tocadas por visitantes.

—Para nosotros —explica García— es importante no ver el arma como una pieza negativa; lo malo son las acciones que han cometido los humanos al momento de emplearlas. Estas piezas de vidrio, que es un material frágil, cristalino, son objeto de contemplación.

—Y también tienen una maqueta.

—Sí, justo nos habla de la restauración que hizo en 2010 un arquitecto de nombre Felipe Ángeles. En esta maqueta podemos ver los espacios como el Museo Nacional de la Revolución, el estacionamiento que se colocó en las laterales de la Plaza de la República, la construcción del el elevador panorámico, por el que vamos a subir, y una fuente que considero muy importante; se cuenta que tiene cien chorros de agua alusivos a los cien años alusivos a la Revolución Mexicana.

Entran en un elevador transparente, como una cápsula del tiempo, y se detiene en un espacio denominado El alma de acero del monumento. Después habrá que subir por estrechas escaleras de caracol.

“En el recorrido vamos a encontrar estas cosas que se llaman tensores, gracias a los cuales el monumento tiene flexibilidad; con los tensores y el basamento —añade Héctor García— logramos que el monumento se mantenga seguro ante cualquier sismo”.

En el recorrido también es posible ver cómo llegó el cine en México durante la etapa de la Revolución mexicana, con la exhibición de películas, así como otras piezas de la instalación Bajo la mira.

Un espacio más es el llamado Salón Presidencial, con las figuras en cera de Pancho Villa y Emiliano Zapata.

Las piezas fueron traídas de Europa; la intención de tenerlas aquí —explica el guía— es recrear los dos personajes que entran triunfantes a la Ciudad de México y son invitados a Palacio Nacional por el entonces Presidente interino Eulalio Gutiérrez, quien gobernó del 6 de noviembre de 1914 al 16 de enero de 1915.

Y al final se llega al famoso mirador circular con varias vistas; una de las principales permite ver hacia avenida Juárez; desde otros ángulos, si está despejado, pueden apreciarse zonas de la ciudad capital; no obstante, edificios en construcción, y a veces el neblumo, solo permiten imaginar espacios, que en tiempos pasados fue posible vislumbrar desde lo alto de este monumento que se alza en la colonia Tabacalera.